Olaf, el gruñón: un canciller que se las arregla para salir adelante
El Gobierno de coalición se tambalea. Olaf Scholz pierde apoyos cada día y el FDP se plantea abiertamente poner fin a la coalición. La oposición ya pide nuevas elecciones en junio. Pero todos subestiman la mayor cualidad del canciller: su enorme malhumor.
"No tenemos una emergencia presupuestaria, tenemos una emergencia gubernamental", enfurece el primer ministro bávaro, Markus Söder, pidiendo nuevas elecciones el 9 de junio. El nuevo Bundestag debe elegirse al mismo tiempo que las elecciones europeas. El Gobierno de coalición debe enfrentarse a un voto de confianza, "no en el Parlamento, sino ante el pueblo alemán", exige Söder - y mucha gente está de acuerdo. El Gobierno está cayendo en picado hasta alcanzar índices de aprobación históricamente miserables en las encuestas. Según una encuesta de Forsa, dos tercios de los alemanes creen que Olaf Scholz "no está a la altura del cargo". Difícilmente podría ser más embarazoso para un canciller.
La situación de los medios de comunicación también es catastrófica para Olaf Scholz. Los comentarios se centran cada vez más en la aparentemente débil figura del canciller. Desde "Der Spiegel" ("la caída de un sabelotodo") hasta el publicista Gabor Steingart ("no es un líder, sino una fachada de santurronería y desafío"), las críticas ya suenan a necrológicas mordaces; al fin y al cabo, el propio Scholz desarrolló la técnica de los presupuestos laterales. Entre los bienpensantes, la palabra "Canciller Crepúsculo" está en boca de todos; entre los mordaces, se le califica de "Cum-Ex-Canciller" (en alusión al escándalo del mismo nombre): "Cum deudas, pero ex Constitución".
Pero, ¿estamos asistiendo realmente al "principio del fin de la cancillería de Scholz" anunciado en muchos editoriales? ¿Realmente estamos ya tan lejos? A primera vista, hay cinco razones para pensar que sí:
En primer lugar, la situación problemática (crisis migratoria, recesión, emergencia presupuestaria) es dramática; Alemania se ve amenazada, en efecto, por un hundimiento de su prosperidad y un debilitamiento de su competitividad con este Gobierno débil. Al mismo tiempo, no encuentra la fuerza para resolver con decisión la crisis migratoria y de localización.
En segundo lugar, la coalición está sufriendo una enorme pérdida de confianza debido al incumplimiento de la Constitución (nunca antes el Tribunal Constitucional había reprendido tan duramente a un Gobierno federal). La profunda crisis de aceptación se refleja también en el hecho de que la AfD es ahora tan fuerte en las encuestas como el SPD y el FDP juntos. En las elecciones europeas, existe la amenaza de que los populistas de derechas se conviertan incluso en la fuerza más fuerte de Alemania con una coalición semáforo.
El clima de coalición se considera "envenenado"
En tercer lugar, la coalición está tan profundamente dividida como las parejas de un matrimonio roto en el despacho de un abogado de divorcios. Los actores clave están amargamente enemistados y actúan abiertamente unos contra otros. Incluso dentro del Gobierno, la coalición del semáforo se califica de "atroz" a "envenenada".
En cuarto lugar, el gobierno se encuentra en el dilema fatal de la emergencia presupuestaria. Debe seguir trabajando en contra de la Constitución y socavar el freno de la deuda, aumentar masivamente los impuestos o atreverse a hacer profundos recortes sociales. Cada una de estas opciones refuerza el efecto negativo de la política del semáforo.
Y en quinto lugar, existe la amenaza de una ruptura en la política del poder. El FDP, en particular, se ve prácticamente obligado a adoptar una postura dura frente a la crisis presupuestaria en aras de la mera autopreservación, provocando así el colapso de la coalición con un gran estruendo. Ya se están formando poderosos grupos dentro del FDP que quieren forzar una salida inmediata de la coalición. Desde el punto de vista del FDP, permanecer en esta coalición es como el preludio de un desastre total en forma de segundas elecciones parlamentarias en las próximas elecciones generales. Los liberales necesitan una salida de valor, y la crisis presupuestaria les brinda la oportunidad perfecta.
A pesar de esta sombría constelación de cinco partidos, es precisamente el propio Canciller quien da motivos para predecir que el sistema de semáforos podría sobrevivir de algún modo después de todo. Scholz es considerado un maestro de la resistencia. Muchas veces en su carrera ha parecido estar al límite de sus fuerzas y derrotado sin remedio, incluso antes de las últimas elecciones generales, cuando parecía ser el seguro perdedor de las elecciones, con unos índices de popularidad y encuestas miserables. Uno de sus puntos fuertes es su paciencia para soportar estoicamente situaciones desagradables.
Como se rumorea en Berlín, Scholz ha vuelto a adoptar el lema "aguanta". Scholz cuenta con que ningún partido de la coalición está interesado en nuevas elecciones. Muchos diputados y miembros del Gobierno temen perder sus escaños en caso de elecciones anticipadas. "El puro miedo a una pérdida total de poder nos sigue manteniendo unidos", explica un diputado del FDP. Numerosos diputados están francamente conmocionados por los últimos resultados electorales, las encuestas y el estado de ánimo de las bases, y se atrincheran en el semáforo.
Lo que tienen en común Scholz y la ballena picuda
Scholz recurre a una segunda de sus técnicas de perseverancia: Los desvíos. Le gusta convertir grandes problemas casi irresolubles en muchos pequeños. Por ejemplo, primero hay que elaborar un presupuesto suplementario para 2023, y después pasan unas semanas hasta que se debate el presupuesto para 2024. A continuación, se dividiría en temas individuales con opciones de plazos. La tercera técnica de Scholz es sumergirse en el agua y minimizar sistemáticamente los problemas, ganando así tiempo, como una ballena picuda que se sumerge kilómetros en el mar cuando está en peligro y puede permanecer dos horas bajo el agua. Scholz aplicó a la perfección la táctica de la ballena picuda tras la histórica decisión de Karlsruhe, cuando dejó completamente sola a una república inquieta durante días sin hacer comentarios.
Conclusión: Scholz quiere salir del paso, como Kurt Georg Kiesinger, que gestionó crisis sorprendentes en una coalición dividida de 1966 a 1969. Pero Kiesinger era al menos un ciudadano locuaz y educado. Scholz, en cambio, celebra su nimbo tecnocrático con palabras, gestos y acciones tentadoramente parcos. Su resistencia consiste sobre todo en un malhumor demostrativo. Ninguno de los ocho cancilleres anteriores resultó tan quebradizo como él. A Kiesinger se le consideraba un clásico regente de transición, el canciller más débil de la historia de la República Federal. Scholz podría disputarle el puesto.
Fuente: www.ntv.de