El legado de Mandela se desmorona porque se perdieron oportunidades
El héroe nacional sudafricano Nelson Mandela lleva diez años muerto. Poco queda de su visión de la nación del arco iris, el país está sumido en una profunda crisis y ya no es cuestión de "negros contra blancos". ¿Hay aún esperanza para el país?
Héroe nacional, icono, Premio Nobel de la Paz. El ex presidente sudafricano Nelson Mandela murió hace diez años. Hace casi 30 años que Tata Madiba, como le llaman cariñosamente los sudafricanos, liberó a su país de la opresión racista del régimen del apartheid y lo condujo a la democracia. El mundo lo celebró con Sudáfrica, lleno de esperanza en un futuro mejor.
Como primer presidente sudafricano elegido democráticamente, Mandela fundó la nación del arco iris con la visión de un Estado constitucional, con la igualdad de oportunidades como base de una sociedad integradora. Quería una educación sólida para todos, una buena asistencia sanitaria y empleos dignos. El interés nacional debía ser primordial.
Pero hoy apenas queda nada del legado del antiguo luchador por la libertad. "Si Mandela estuviera hoy aquí, estaría muy decepcionado con la situación actual del país", afirma el sociólogo Roger Southall, de la Universidad Witwatersrand de Johannesburgo. "Diría que el Gobierno ha perdido el rumbo".
Fin de la visión del arco iris
El partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA), que gobierna con mayoría absoluta desde 1994, ha degradado sistemáticamente el país, con sus 62 millones de habitantes, a lo largo de tres décadas. La pobreza, el desempleo y la delincuencia no dejan de aumentar. Los sistemas educativo y sanitario se desmoronan. El gobierno está plagado de corrupción, amiguismo e incompetencia. Las empresas públicas quiebran. El creciente déficit presupuestario también contribuye a la crisis económica.
"El sueño de Mandela está en crisis. Su visión de una sociedad no racista que provea a todos y no deje a nadie atrás ha fracasado. Hemos retrocedido a todos los niveles", afirma William Gumede, Presidente de la Fundación Democracy Works. Así lo demuestra, por ejemplo, la elevada tasa de desempleo juvenil, superior al 60%.
Mandela fue presidente durante cinco años. En 1999, no se presentó voluntariamente a la reelección para dejar paso a sus compañeros de partido. Era un demócrata de alma y corazón. En retrospectiva, los sudafricanos dudan de que fuera una mala decisión. Tras la marcha de Mandela, las cosas fueron cuesta abajo política y económicamente.
Su sucesor, Thabo Mbeki, negó que el virus de inmunodeficiencia VIH fuera la causa del sida y no permitió que se recetaran medicamentos contra el sida en Sudáfrica. Según un estudio de Harvard, se calcula que murieron 330.000 sudafricanos y que unos 35.000 bebés nacieron con el VIH.
Tras Mbeki llegó Jacob Zuma (2009-2018), cuyo nombre se convirtió en sinónimo del término "captura del Estado", la explotación del Estado mediante el abuso de poder. Zuma ha sido juzgado en repetidas ocasiones en los últimos años. A sus 81 años está acusado de corrupción, blanqueo de dinero y fraude por valor de miles de millones. Se enfrenta a penas de hasta 25 años de cárcel. Sin embargo, el juicio de Zuma se ha aplazado repetidamente hasta la fecha.
Socavamiento sistemático del Estado
Cuando Cyril Ramaphosa asumió la presidencia en 2018, al principio había grandes esperanzas de que este hombre de 71 años siguiera los pasos de Mandela y enmendara los errores del CNA. Sin embargo, pronto se hizo evidente que el reformista Ramaphosa carecía del poder de decisión dentro de la poderosa estructura del CNA. Tampoco fue capaz de poner fin al autoenriquecimiento dentro del partido.
En su libro "Después del amanecer", el ex viceministro de Finanzas Mcebisi Jonas (2014-2016) describe Sudáfrica como un país que está siendo sistemáticamente destruido por la élite gobernante: "Se siguen extrayendo rentas políticas, la corrupción es rampante, el funcionamiento y la legitimidad del Estado siguen decayendo, la confianza de los inversores y, por tanto, el volumen de inversión disminuyen, la economía se estanca, el desempleo aumenta y las tensiones sociales siguen creciendo con la desigual distribución de la renta y la riqueza." En lugar de promover un crecimiento económico integrador, el partido gobernante busca su salvación en el populismo, escribe Jonas.
Jakkie Cilliers, analista político del Instituto de Estudios de Seguridad de la capital, Pretoria, está de acuerdo: "El CNA ha hecho un daño considerable al país. Es una tragedia. Sudáfrica está sumida en una profunda crisis.
El mayor problema de Sudáfrica ya no es el enfrentamiento entre negros y blancos, sino la creciente injusticia económica. Según el Banco Mundial, es el país con la mayor brecha entre ricos y pobres del mundo. Entre las personas más ricas del país se encuentran los "Diamantes Negros", empresarios y políticos negros millonarios. Por otra parte, el alto nivel de desempleo juvenil afecta sobre todo a la población negra.
Mandela sigue siendo el as en la manga
Hasta ahora, la frustración y la decepción de los sudafricanos apenas se han reflejado en los resultados electorales. El CNA gobierna con mayoría absoluta desde 1994. Esto podría cambiar en las elecciones de mediados de 2024. Aunque es probable que el ANC siga gobernando, probablemente tendría que formar coaliciones con partidos más pequeños por primera vez, según los analistas.
Hasta ahora, a los sudafricanos les ha resultado difícil evaluar con realismo la labor del partido de la liberación. "El CNA no está en condiciones de hacer realidad la visión de Mandela. Cuanto más tiempo esté el CNA en el poder, más destruirá el legado de Mandela", afirma Gumede. "No nos queda más remedio que esperar que la oposición adopte la visión de Mandela".
No obstante, Mandela sigue siendo su as en la manga. En el propio país, pero también a nivel internacional, el gobierno sigue recurriendo a la imagen casi intocable del padre de la nación. Mandela se saca hábilmente del cajón como pieza de exhibición siempre que resulta útil, por ejemplo para impresionar a los inversores, explica Southall.
A pesar de que todos los indicadores políticos en Sudáfrica están en rojo, la gente sigue encontrándose "a la altura de los ojos" y hace la vista gorda. Es como si el mundo quisiera aferrarse desesperadamente a la creencia de que Sudáfrica es el país más progresista del continente, el niño del cartel de África, que hay voluntad política de reforma e innovación. "Pero, en realidad, los ideales de Mandela hace tiempo que no se cumplen", afirma Southall.
Mucho potencial
Rico en diamantes, oro, platino, manganeso y uranio, el país tiene un enorme potencial de crecimiento. El sector privado es sólido, al igual que el sistema institucional. "Desgraciadamente, el CNA no quiere invertir en verdaderos motores de crecimiento, como buenas infraestructuras, educación y sanidad, para crear una población innovadora e incentivada", afirma Cilliers.
Sólo queda una cosa: la esperanza de que surja otro Mandela del CNA en un futuro próximo, o al menos un político ambicioso que anteponga el bienestar del pueblo al interés propio.
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Fuente: www.ntv.de