"Charlie" Munger: el rico que venció a la envidia
Puede que Warren Buffet sea la cara pública de Berkshire Hathaway. Pero sin su mano derecha, Charles Munger, el éxito de la empresa de inversión nunca habría sido posible. El poderoso inversor con una relación diferente con el dinero ha muerto a los 99 años.
La comunidad inversora mundial ha perdido una luz brillante. "Charlie" Munger, el visionario Vicepresidente de la empresa de inversiones Berkshire Hathaway y compañero más cercano de Warren Buffett, ha fallecido a los 99 años en un hospital de California.
Aunque Munger era formalmente "sólo" el segundo hombre de Berkshire, nunca estuvo a la sombra de Buffett. Esto se debía también al hecho de que Munger era mucho más que su "alter ego", como le gustaba que le llamaran. Los dos hombres se complementaban a la perfección, pero seguían siendo fundamentalmente diferentes. Munger siempre fue más cosmopolita y tenía mejores antenas sociales, explica a ntv.de su admirador Hendrik Leber, de la empresa de gestión de activos Acatis. Aunque Munger nunca fue un hombre mediático entusiasta como Buffett, tenía su base de fans.
Uno de sus grandes puntos fuertes era su capacidad para mantener un perfil bajo, no siempre tenía que oírse hablar a sí mismo. Siempre que sus mentalidades coincidieran, se llevaba bien con sus socios comerciales con unas pocas palabras, incluso con Buffett, que una vez dijo que podían repasar juntos por teléfono un memorándum de cuatro páginas en tres gruñidos. Se convirtió en un chiste habitual que Munger dijera "No tengo nada más que añadir" en las juntas generales anuales después de los comentarios de Buffett. Tren Griffin eligió la cita como título para su biografía de Munger en 2018, con el experto en renta variable Leber contribuyendo con el prólogo.
"Un libro vivo con patas"
Leber recuerda que la profunda experiencia vital de Munger y sus conocimientos extraordinariamente amplios dejaban a sus oyentes profundamente hipnotizados. "Cuando se le hacía una pregunta, a veces no llegaba nada durante mucho tiempo. Pero lo que seguía era un discurso listo para imprimirse". El amplio acento americano de Munger y a veces una elección más pesada de las palabras eran el toque especial.
Munger era muy culto y siguió sediento de conocimientos durante toda su vida. "Te sorprendería saber cuánto lee Warren Buffett, y cuánto leo yo también. A mis hijos les hace gracia. Creen que soy un libro viviente con patas", dijo una vez sobre sí mismo. También dio la explicación: "En toda mi vida, nunca he conocido a una persona sabia que no leyera todo el tiempo".
Sentía respeto por los ingenieros y los científicos, pero también le interesaban la economía, la psicología y la filosofía. "Si sólo tienes un martillo, todos los problemas se parecen más o menos a un clavo", resumió una vez. En consecuencia, le servían de poco los idiotas especializados. Este enfoque se convirtió en la fórmula de su éxito empresarial.
Dos hombres de Omaha: primer encuentro con Warren Buffett
Su camino en el mundo de la inversión no estaba predeterminado. Munger, nacido en Omaha en 1924 y siete años mayor que Buffett, procedía de una familia de abogados. Estudió matemáticas durante un breve periodo, se alistó en el ejército y se pasó a la meteorología hasta que -siguiendo la tradición familiar- se licenció en Derecho por la reputada Universidad de Harvard.
Munger entró en contacto con la familia Buffett muy joven, cuando trabajó en la tienda de comestibles "Buffett & Son", que pertenecía al abuelo de Warren Buffett. Sin embargo, Warren Buffett y Charlie Munger no se conocieron hasta 1959, en un restaurante de Omaha, su ciudad natal.
Al principio, sólo mantenían una relación comercial informal. Sin embargo, el encuentro dejó huella, ya que llevó a Munger a seguir el ejemplo de Buffett y entrar en el negocio de la inversión. En 1962, Munger fundó Wesco Financial, una versión en miniatura de Berkshire Hathaway. Por aquel entonces, seguía dirigiendo al mismo tiempo un exitoso bufete de abogados. No se retiró de la abogacía hasta 1965.
El camino común de Munger y Buffett comenzó en 1978, cuando Buffett fusionó sus actividades de inversión en Berkshire Hathaway bajo la presión del regulador financiero estadounidense SEC y Munger se convirtió en Vicepresidente. Una decisión que estableció una asociación excepcional que dominaría el mundo de las finanzas durante más de cuatro décadas. A pesar de su avanzada edad, se dice que los dos hombres intercambiaron ideas casi a diario hasta el final.
Munger tiene el mérito de haber convencido a Buffett de su estrategia de inversión, y no al revés. En sus primeros años, Buffett se centraba únicamente en "inversiones en puros", es decir, en valores infravalorados. La calidad y las perspectivas de crecimiento eran secundarias para él. Munger, en cambio, se interesaba por empresas de alta calidad y se centraba en las ventajas competitivas. La simbiosis de ambos enfoques es lo que hace que Berkshire tenga tanto éxito.
Munger: La calidad tiene su precio
El "acuerdo del chocolate" se considera un momento clave de su biografía conjunta. Según Leber, la inversión de Berkshire en el fabricante de confitería estadounidense "See's Candies" fue un "momento Saul-Paul". Hasta entonces, Buffett había sido un inversor de bajo coste. Sin embargo, Munger le convenció entonces de que la calidad tenía su precio. Al final, Buffett estuvo dispuesto a pagar 25 millones de dólares por la compra. Desde la compra, la inversión ha reportado miles de millones en beneficios.
A pesar de su astucia, el instinto de Munger para las nuevas tendencias es legendario. Ya en 2008, por ejemplo, reconoció el potencial de la e-movilidad. "Estaba profundamente convencido de que podían ocurrir cosas increíbles cuando dos o tres cosas se unían", dice Leber.
La vida privada de Munger no siempre fue fácil. Su primer matrimonio acabó en divorcio, su segunda esposa, con la que se casó en 1956, falleció en 2010 y su hijo mayor, de siete años, murió joven de leucemia. Munger perdió un ojo por negligencia médica, tras lo cual apenas podía ver. A pesar de ello, Munger mantuvo una estricta disciplina en todas las situaciones y mantuvo la bandera bien alta, dice Leber.
Munger dejó tras de sí una sabiduría y una perspicacia que resuenan. Entre ellas, sus palabras sobre la envidia y la codicia. Para Munger, era la envidia la que dirigía el mundo, no la codicia. Una vez dijo en una entrevista que no podía entender por qué la gente no podía ser más feliz con lo que tenía.
"No envidio a nadie"
Aunque Munger fue frugal durante toda su vida y nunca hizo alarde de su riqueza, seguía sin tener problemas para gastar dinero. Había "conquistado la envidia en su propia vida", recalcó varias veces. "No me importa lo que tengan los demás". Para él, crear riqueza era un medio para alcanzar un fin. Quería ser libre e independiente, tanto en los negocios como en su vida privada. Era consciente de que la mayoría de los inversores no compartían su actitud ante el dinero y la riqueza.
El poderoso inversor, abogado, gestor y mecenas Munger "sólo" tenía una fortuna estimada en 2.600 millones de dólares al final de su vida. La de Buffett, en cambio, ascendía a casi 120.000 millones de dólares según Forbes. Buffett admite que le debe mucho a Munger y que sería mucho más pobre sin él. Sin duda, Munger aún tenía más que suficiente para que no le faltara de nada.
Fuente: www.ntv.de