The Square Ruben Ostlund ensarta el mundo del arte en la ganadora de la Palma de Oro
"Basura", se oye desde el público. "Vete a casa". Cada intento del artista por esbozar su obra va acompañado de un insulto. Al final, se descubre que su interlocutor padece el síndrome de Tourette y se acaba el chiste. Uno esperaría que la película siguiera adelante, pero el director Ruben Ostlund decide suspender la narración durante uno o dos minutos más, aumentando nuestra incomodidad con este eco involuntario.
Ostlund se deleita con este tipo de torpezas. Estos momentos se han convertido en la tarjeta de visita del sueco, y todos ellos son despiadadamente cortantes.
Tras desmenuzar la vileza de la masculinidad moderna en el drama de 2014 "Fuerza mayor", el director se ha centrado en el arte contemporáneo en "The Square", que se estrena en competición en el Festival de Cannes. Diseccionando los caprichos, las hipocresías y los valores vacíos que propugna la comunidad artística, su valoración dista mucho de ser elogiosa. Cuando el arte va mal, va muy mal, parece ser su argumento.
Para quien se pregunte qué derecho tiene un director de cine a hacer estas críticas, la pista está en el título. "The Square" comenzó su vida como una instalación real en una galería del museo de diseño Vandalorum, Suecia, en 2014, creada por Ostlund en colaboración con el productor Kalle Boman.
"The Square" es un santuario de confianza y cuidado. En ella todos compartimos los mismos derechos y obligaciones", rezaba su manifiesto. Diseñada para promover el altruismo y recordar el contrato social que nos une a todos, se trasladó a una plaza pública de Varnamo en 2015.
"La ciudad ha empezado a utilizarla de muchas formas distintas", explica Ostlund a CNN. Junto a conciertos y propuestas de boda, "discapacitados funcionales que perdieron sus prestaciones del Estado fueron allí y protestaron... Fue cerca de un tiroteo en un instituto de Suecia y (los estudiantes) se reunieron (allí), para encontrar consuelo juntos".
En la película, Ostlund recrea The Square en una Suecia ficticia en la que la familia real ha sido abolida y su palacio convertido en galería de arte. Seguimos a su urbanita conservador jefe, Christian, interpretado por Claes Bang, cuyo cerebral trabajo se ve contrarrestado por su superficial estilo de vida.
Su feudo es una serie de cubos blancos que transforman objetos en arte con su estupefaciente blancura. Una instalación, hecha con montones de escombros, seduce a la clientela, pero confunde a los limpiadores. Ni siquiera el comisario se lo toma en serio cuando las cosas se tuercen.
En vísperas del lanzamiento de "The Square", Christian da luz verde accidentalmente a una campaña de marketing viral explotadora, que pone patas arriba los valores de la instalación y confiere infamia al proyecto.
"¿Cuánta inhumanidad hace falta para que accedamos a tu humanidad?" se convierte en el eslogan de la campaña.
"Los medios de comunicación se asustan y se alteran mucho, pero caen directamente en la trampa", dice Ostlund.
No contento con satirizar el mundo del arte, Ostlund ridiculiza el insaciable apetito de los medios por la polémica. Para recibir una cobertura significativa, "tus competidores no son otros museos, sino catástrofes naturales y amenazas terroristas", dice un agente de marketing al personal de una galería.
"Creo que (los medios de comunicación) tratan los acontecimientos terroristas y cosas por el estilo de una forma muy, muy extraña y contraproducente", afirma Ostlund. El consenso no hace buenas las noticias, la discordia sí, dicen los vendedores.
Mientras Christian ensalza los valores humanistas de "The Square", los numerosos habitantes sin hogar de Estocolmo entran y salen del encuadre. El comisario acepta millones de coronas de donantes ricos, pero "no tengo dinero" es su constante estribillo. Está claro que, aunque "The Square" es un concepto sólido, sus ideales no trascienden sus fronteras.
"Hay muchos rituales y convenciones en el mundo (del arte) que lo separan mucho de lo que ocurre fuera de las paredes del museo", explica el director. "Intentamos atacar un poco ese mundo y hacer que se hagan preguntas sobre lo que estamos haciendo".
Ilustra este punto una escena inquietante en la que interviene un artista de performance, interpretado por Terry Notary, que actúa como un mono. Ocupando el espacio entre el arte y el experimento social -e inspirado en parte por el músico GG Allin, según el director-, se pide al público de una gala de etiqueta que no haga contacto visual con "el animal" ni se enfrente a él mientras merodea entre las mesas de la cena. Permanecen pasivos, incluso cuando empieza a agredir brutalmente a una invitada. Es el efecto espectador llevado a una escalofriante enésima potencia.
"El arte es una oportunidad para trascender todo tipo de tabúes", reflexiona Christian. Pero, ¿debería hacerlo por amor al arte?
A través del arte, Ostlund refuerza la delicadeza del contrato social y lo fácil que es romperlo. Bajo las bromas, la ley de la selva sigue vigente. Sin embargo, se sugiere que el arte también podría ser la redención de la sociedad. Al fin y al cabo, dice el director, un humano no es más que un "mono con cultura, tratando de lidiar con la vida".
A caballo entre el mundo del arte y el del cine, el sueco se muestra ambivalente hacia su marca, más que condenatorio. ¿Qué deberían pensar los amigos artistas de Ostlund sobre "The Square"?
"Si son artistas que realmente tienen algún contenido en su trabajo, no creo que se asusten", dice. "Pero si están interpretando el papel de un artista y temen ser (revelados), por supuesto que se sentirán amenazados por la película".
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Fuente: edition.cnn.com