¿Recuerdas cuando Lizzy Gardiner sorprendió en los Oscar con un vestido hecho con 254 tarjetas de crédito?
Su brillante traje de tirantes, con ropa interior dorada y plataformas a juego, dejó una huella indeleble en la historia de la moda de los Oscar. Y para quienes se lo pregunten, todas eran Amex auténticas, aunque caducadas. (La revista Time informó de que, aunque todas las tarjetas llevaban el nombre de Gardiner, a cada una le faltaba un dígito, lo que las invalidaba).
Era 1995 y Gardiner, prácticamente desconocida en Hollywood por aquel entonces, optaba al premio al mejor diseño de vestuario por su trabajo en "Las aventuras de Priscilla, reina del desierto". En un principio había pensado en un vestido de tarjeta de crédito para una de las tres protagonistas travestidas de la película, pero American Express y otras muchas entidades bancarias rechazaron la posibilidad de que sus tarjetas aparecieran en la producción. (Acabó utilizando un vestido hecho con chanclas ).
"Estoy sin blanca y no tenía nada que ponerme", dijo Gardiner a los periodistas de la alfombra roja sobre la génesis de su atuendo para los Oscar. "Así que repasé mi lista de buenas ideas del pasado".
Más tarde declaró a The New York Times que estaba "buscando un símbolo americano", y añadió: "Una botella de Coca-Cola o un Mickey Mouse habrían sido ridículos, hacer algo con la bandera estadounidense habría sido insultante y los tapacubos de Cadillac eran demasiado incómodos".
Cuando ella y su compañero diseñador de vestuario Tim Chappel subieron al escenario para recoger su premio, el presentador David Letterman bromeó: "Les digo que American Express no puede comprar publicidad así".
En esta ocasión, la empresa había autorizado a Gardiner a utilizar sus tarjetas. American Express -que, por cierto, era uno de los patrocinadores del evento- envió más de 300 tarjetas que ella y Salvador Pérez, un diseñador de Los Ángeles, ensamblaron en un vestido en aproximadamente 12 horas, según contó al Times.
Un mes después del acontecimiento, una portavoz de American Express explicó por qué la empresa había aprobado el vestido de Gardiner para los Oscar, pero no para la película, declarando: "Es diferente. No viste a un personaje. Se está vistiendo a sí misma". Poco después, American Express dijo que había comprado el vestido a Gardiner por un precio no revelado, según el LA Times.
Un vestido de declaración
El vestido de Gardiner se interpretó como una sátira a los excesos de Hollywood. Ella misma confirmó recientemente que se trataba de una "protesta sartorial", declarando este año a Hollywood Reporter que las tarjetas de crédito "decían algo sobre la riqueza y la posición de alguien".
El llamativo vestido también fue bien recibido esa noche, y los críticos elogiaron su elección de moda por ser más atrevida que la de las celebridades más conocidas de la alfombra roja. En su momento, The New York Times escribió que en "una noche notable por su falta de atuendos escandalosos" Gardiner consiguió "causar una viva impresión".
Otros fueron menos elogiosos. La revista Time calificó más tarde el vestido como uno de los peores de la historia de los Oscar, tachándolo de "hortera" y preguntándose "¿cómo se sentó con esa cosa?".
Pero la influencia del vestido ha resonado en la moda hasta nuestros días. En 2017, la marca estadounidense Vaquera rindió homenaje a Gardiner reimaginando su creación (con tarjetas de crédito ficticias de la marca Vaquera) en la pasarela. Vogue observó entonces que el diseño abordaba "temas de la mayoría de edad con un ángulo absurdo". Una réplica del icónico vestido de Gardiner, creada por la diseñadora y American Express, llegó a subastarse en Christie' s con fines benéficos por 12.650 dólares.
Gardiner reflexionó posteriormente sobre el atuendo en una entrevista de 2017, en la que declaró a la cadena australiana ABC News que "realmente molestó a mucha gente", y añadió: "Muchas mujeres, creo que se sintieron eclipsadas o cabreadas porque no me tomaba las cosas tan en serio como debería".
En la actualidad, el emblemático vestido se conserva en la Galería Nacional de Victoria, en Australia, como una pieza de la historia de la moda y un recordatorio de que no hace falta ser un nombre muy conocido para causar sensación en el escenario más grande de Hollywood.
¿Y qué decir de la publicidad que American Express ha cosechado con esta extravagancia? No tiene precio.
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Fuente: edition.cnn.com