Miles de millones de aves chocan contra edificios de cristal, pero la arquitectura tiene soluciones
Aunque no es especialmente alto para los estándares contemporáneos, la fachada de cristal casi ininterrumpida del edificio supone un problema para las aves, sobre todo por la noche, cuando los interiores brillantemente iluminados las confunden. El millar de aves muertas ese día era una pequeña proporción de los millones de aves migratorias que se desplazaban hacia el sur a través del continente hacia sus zonas de invernada, un viaje que estos animales emprenden dos veces al año.
Lo que hace inusual esta muerte masiva de aves no es el número de animales que murieron (la American Bird Conservancy calcula que hasta mil millones de aves corren la misma suerte cada año), sino que atrajera tanto la atención pública. Fue gracias a los Monitores de Colisiones de Aves de Chicago, un grupo de voluntarios que lleva registrando choques de aves en la ciudad desde 2003. Según sus registros, se trata del mayor número de aves muertas registradas en el recinto de un edificio en un solo día.
Una forma de prevenir los choques con aves es prestar más atención al diseño de los edificios de cristal de las ciudades. Chicago dio ejemplo de ello en 2009, cuando se terminó la Aqua Tower de la arquitecta estadounidense Jeanne Gang. Su fachada ondulada y su vidrio fritado se diseñaron en parte para impedir que los pájaros volaran hacia las ventanas del edificio. El vidrio fritado se imprime con tinta y contiene partículas muy pequeñas de vidrio molido, lo que le da un aspecto esmerilado o ligeramente opaco.
Éste era sólo un aspecto del esfuerzo de Gang por "naturalizar" los rascacielos, edificios que suelen estar compuestos de líneas rectas debido a sus armazones de acero u hormigón. Como dijo el arquitecto catalán Antoni Gaudí: "En la naturaleza no hay líneas rectas ni esquinas afiladas".
Cristal a prueba de pájaros
Los balcones curvos de la Torre Aqua suavizan los bordes duros de un rascacielos convencional. El efecto ondulante sirve también para minimizar el cizallamiento del viento y crear sombra. Junto con el vidrio fritado, las cualidades reflectantes y los bordes duros del vidrio se amortiguan, lo que ayuda a evitar confusiones, sobre todo por la noche.
La torre demuestra que los elementos arquitectónicos elegidos normalmente para mejorar la vida humana también pueden beneficiar a otros organismos. Este reto fue asumido por la arquitecta Joyce Hwang, con sede en Buffalo, en su proyecto No Crash Zone de 2015. Hwang aplicó temporalmente patrones a las ventanas del Sullivan Center de Chicago, aparentemente para disuadir a los pájaros de volar hacia el cristal, pero también para añadir interés estético al propio material.
Hwang ha defendido que los arquitectos pueden seguir utilizando el vidrio en los edificios, pero con un poco de imaginación pueden incorporar una ornamentación gráfica que nos complazca tanto a nosotros como a otras criaturas (o quizá simplemente que no las distraiga).
Entre las soluciones de diseño más fáciles de aplicar figura la película antipájaros: un laminado de puntos aplicado al vidrio para ayudar a las aves a ver las ventanas como objetos y no como transparentes, lo que minimiza el riesgo de colisión. La Universidad de Columbia de Nueva York y otros edificios de la ciudad, como un hotel, un cementerio, una oficina de correos y una terminal de transbordadores, han adoptado este sistema.
Luces apagadas
La forma en que los humanos hacen uso de la luz artificial, al parecer, es el problema más intratable cuando se trata de cuidar a las aves.
En 2019, se descubrió que la instalación anual Tribute in Light, que se celebra cada año en Nueva York para conmemorar el aniversario de los atentados del 11-S, provocaba la desorientación y el agotamiento de las aves migratorias. Las aves se ven atraídas por los haces de luz de seis kilómetros de altura, desviándose de sus rutas migratorias y quedando atrapadas por el espectáculo.
En 2020, se tomó la decisión de apagar periódicamente las luces y volver a encenderlas para que, aunque las aves se desorienten, puedan recuperarse y continuar su camino.
Un estudio realizado en 2021 en Chicago demostró la aplicación más amplia de este principio: apagando la mitad de las luces de los edificios más grandes por la noche, las colisiones de aves pueden reducirse entre seis y once veces. En el momento de escribir estas líneas, se está debatiendo en Nueva York una modificación de la ley para prohibir la iluminación nocturna de edificios desocupados. Muchos juzgados, bibliotecas y escuelas públicas de la ciudad ya apagan sus luces durante la época de migración de las aves.
No está claro si estos cambios pueden impulsar una transformación más amplia de las actitudes hacia la luz artificial en las ciudades. Al fin y al cabo, la iluminación nocturna está ligada a la cultura urbana de 24 horas al día, 7 días a la semana, que hace tiempo que desterró los ciclos naturales de luz y oscuridad. Hoy en día, la ciudad iluminada solo se queda a oscuras en circunstancias extremas, como los apagones generalizados que se produjeron en Nueva York tras el huracán Sandy en octubre de 2012.
Sin embargo, la gente podría elegir otras formas de utilizar menos luz artificial. La oscuridad es una parte vital de la naturaleza. Es el medio por el que animales y plantas descansan y se ponen a cubierto. Para las aves migratorias, la oscuridad es un lugar seguro; también les permite percibir el mundo como necesitan, con la luz de la Luna y las estrellas (y su sensibilidad al campo magnético de la Tierra) guiando sus largos viajes.
El cuidado de las aves migratorias también podría redundar en un mayor aprecio de los cielos oscuros. Hacer que las ciudades nocturnas sean más acogedoras para las aves podría ayudar a los residentes humanos a reconectar con la belleza y el asombro que inspiran estas vistas.
Publicado bajo licencia Creative Commons por The Conversation.
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Fuente: edition.cnn.com
