Los incendios forestales pueden liberar sustancias químicas cancerígenas del suelo, según una nueva investigación
Aunque cada vez se investigan más los efectos de los gases y partículas transportados por los incendios forestales, se ha prestado menos atención al efecto que podrían tener sobre los metales presentes de forma natural en el suelo y las plantas.
Pero el calor abrasador de los incendios forestales puede transformar un metal, el cromo, de su versión benigna en partículas tóxicas suspendidas en el aire que ponen en peligro a los bomberos y a las personas que viven cerca, según el estudio publicado en diciembre en la revista Nature Communications.
"En la compleja mezcla de gases y partículas que los incendios forestales expulsan en forma de humo y dejan tras de sí en forma de polvo, los metales pesados como el cromo han pasado en gran medida desapercibidos", declaró en un comunicado de prensa Scott Fendorf, coautor del estudio y profesor de la Escuela Doerr de Sostenibilidad de Stanford.
El cromo es común en suelos del oeste de Estados Unidos, Australia, Brasil, Europa, Indonesia y Sudáfrica.
Ciertos procesos químicos naturales pueden desencadenar una transformación del metal de una forma benigna, llamada cromo 3, en un carcinógeno llamado cromo hexavalente, o cromo 6. Esta toxina -que se hizo tristemente famosa gracias a la película "Erin Brockovich", del año 2000- puede provocar cáncer, daños orgánicos y otros problemas de salud.
Después de que una investigación anterior, procedente de Australia y publicada en 2019, descubriera que el intenso calor de los incendios forestales podría ser un desencadenante de esta transformación, los científicos de Stanford se propusieron probar la teoría recogiendo muestras de los suelos ricos en cromo de cuatro reservas ecológicas de la Cordillera de la Costa Norte de California, que habían sido abrasadas por incendios forestales en 2019 y 2020.
Analizaron el suelo de las zonas que se habían quemado y de las que se habían salvado, separando las partículas más pequeñas con más probabilidades de ser transportadas por el aire. En las zonas ricas en cromo donde la vegetación había permitido que los incendios ardieran intensamente y durante un largo periodo, los investigadores descubrieron que los niveles de cromo tóxico eran unas siete veces más altos que en las zonas no quemadas.
Incluso después de que un incendio haya sido totalmente controlado, el estudio ha descubierto que las comunidades locales situadas a sotavento podrían seguir expuestas, debido a los fuertes vientos que transportan partículas finas del suelo contaminado con cromo.
Según Fendorf, gran parte del riesgo para la salud desaparece después de que las primeras lluvias arrastren los metales. Pero la lluvia puede tardar semanas o meses en llegar después de un incendio, sobre todo porque el cambio climático aumenta la probabilidad y la frecuencia de las sequías.
Cuando se tomaron las muestras, California atravesaba una sequía histórica de varios años. Sin las tan necesarias lluvias para eliminar los contaminantes, cuando los investigadores volvieron casi un año después, descubrieron que el cromo tóxico persistía en el suelo y seguía suponiendo un riesgo para la salud de las comunidades cercanas.
Tarik Benmarhnia, epidemiólogo especializado en el cambio climático del Instituto Oceanográfico Scripps, que estudia las repercusiones del humo de los incendios forestales en la salud, declaró a la CNN que los nuevos hallazgos eran una "prueba importante".
"Este tipo de explicación sobre la composición metálica complementa lo que ya sabemos y, sin duda, nos va a ayudar a comprender las repercusiones en la salud de las poblaciones humanas", afirmó Benmarhnia, que no participó en el estudio.
La investigación se suma a la creciente evidencia de los peligrosos efectos del humo de los incendios forestales, que también transporta partículas finas, o PM 2,5, un contaminante diminuto pero peligroso. Cuando se inhala, puede penetrar profundamente en el tejido pulmonar e incluso llegar al torrente sanguíneo. Las PM 2,5 se han relacionado con diversos problemas de salud, como asma, cardiopatías, bronquitis crónica y otras enfermedades respiratorias.
"En nuestra opinión, nuestro trabajo está contribuyendo a ampliar los conocimientos sobre el tipo de toxinas que puede contener el humo de los incendios forestales", declaró Fendorf a la CNN.
Los científicos también afirman que otros metales, como las nanopartículas de manganeso, níquel y hierro, podrían plantear amenazas similares, pero se necesita más investigación.
Los incendios forestales tienen una función ecológica vital. Aumentan los nutrientes del suelo y eliminan la materia en descomposición. Sin estos incendios, el exceso de vegetación, como pastos y arbustos, puede preparar el paisaje para brotes aún peores.
Pero a medida que la crisis climática intensifica la sequía y el calor extremo, los incendios forestales duran más y se extienden más. Un informe reciente de la ONU predice que el número de incendios forestales extremos aumentará un 30% de aquí a 2050, incluso con los esfuerzos más ambiciosos para reducir la contaminación que calienta el planeta.
"El panorama general es que sabemos que vamos a tener más fenómenos extremos y, dentro de ellos, estamos viendo incendios más frecuentes y más graves", afirma Fendorf. "Ése es el resultado más preocupante, porque una mayor frecuencia de incendios significa que nos exponemos al humo y al polvo, y ésa no es una buena receta".
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Fuente: edition.cnn.com