El Niño y el cambio climático provocan la sequía del siglo
Una sequía extrema asola la cuenca del Amazonas. En octubre, el nivel del río Negro descendió a un mínimo histórico. Los efectos sobre la población, la fauna y la selva son devastadores y una advertencia urgente sobre las consecuencias del calentamiento global.
El río Negro es el sexto río más caudaloso del mundo. Sin embargo, en octubre llevó menos agua que en ningún otro momento desde que se empezaron a llevar registros a principios del siglo XX. Las consecuencias: Paralización y pérdida de producción de electricidad en la cuarta mayor central hidroeléctrica de Brasil, la presa de Santo Antonio, con una capacidad instalada de 3,5 gigavatios. En Manaos, los barcos ya no pueden llevar alimentos y otros productos a la capital del estado de Amazonas, que tiene más de dos millones de habitantes. También es difícil llegar a muchas ciudades pequeñas de la región, ya que los ríos de la densa selva tropical son la vía de transporte más importante.
Las imágenes de delfines de río muertos han dado la vuelta al mundo. La sequía despeja los cielos, a menudo nublados, de la selva tropical. El abrasador sol tropical calienta las aguas, muy mermadas, hasta temperaturas que ponen en peligro la vida, lo que aumenta aún más la evaporación y afecta gravemente a la fauna.
Los incendios forestales en la región también están adquiriendo proporciones peligrosas. Sin embargo, sin los humanos no habría incendios en la selva amazónica. Incluso en la estación seca habitual, de junio a septiembre, hay demasiada humedad. Pero para crear tierras de cultivo y cultivarlas, se prende fuego a la tierra: el fuego se hace cargo de un trabajo que, de otro modo, sería infinitamente arduo. Cada vez con más frecuencia, los incendios se descontrolan y arde mucho más de lo previsto.
El Niño, responsable de las sequías más graves en la Amazonia
Algunas de las razones de la sequía en la cuenca del Amazonas vienen de lejos. La fase cálida de la Oscilación Meridional de El Niño (ENOS), conocida como El Niño, desempeña un papel importante, ya que suele alcanzar su punto álgido en la época navideña. En los últimos meses se ha desarrollado un fenómeno de El Niño tan fuerte en el Pacífico oriental tropical. Una gigantesca extensión de agua en el Océano Pacífico ecuatorial se calienta a miles de kilómetros al oeste de Sudamérica, con consecuencias que se extienden mucho más allá de esta región. El Niño influye en el tiempo de prácticamente toda la región del Pacífico e incluso mucho más allá.
La razón es la llamada circulación de Walker, que desplaza grandes masas de aire de este a oeste y viceversa. Si las temperaturas en el Pacífico tropical central u oriental son especialmente altas debido a un fenómeno de El Niño, el aire sube con más fuerza allí y llueve más. A su vez, se hunde más al oeste, en torno a Australia y los Estados insulares del sudeste asiático, pero también más al este, sobre Brasil. Se produce un aumento de los sistemas de altas presiones con pocas precipitaciones y mucho más sol de lo habitual.
Las definiciones de cuándo hablar de El Niño varían en los países afectados y entre las distintas instituciones. Suelen referirse a la desviación de la temperatura de la superficie del mar en una zona estrechamente definida denominada Niño 3.4 en el Pacífico ecuatorial durante un cierto periodo de tiempo. La mayoría de los fenómenos de El Niño son de débiles a moderados. La temperatura de la superficie en esta zona es sólo de 1 a 1,5 grados centígrados por encima de lo normal.
Diferentes tipos de El Niño
El último gran episodio de El Niño hasta la fecha, en 2015/16, ya fue un evento récord con desviaciones de temperatura de casi 3 grados, similar a El Niño de 1997-1998. Aunque es probable que El Niño que ha comenzado este año sea algo más débil, las temperaturas del mar en el Pacífico oriental son actualmente significativamente más altas que durante El Niño anterior.
Una de las razones es que existen diferentes tipos de El Niño: A veces, las mayores desviaciones de temperatura se concentran en el Pacífico tropical central, cerca de la Línea Internacional de la Fecha. Esto se conoce como El Niño central o El Niño Modoki (en japonés, "similar pero diferente"). El fenómeno de El Niño de 2015/16 fue uno de ellos.
Sin embargo, por regla general, la temperatura máxima se sitúa mucho más al este, más cerca de la costa de América del Sur y, en consecuencia, con un mayor impacto en América del Sur. Este año se vislumbra un fenómeno de El Niño costero, con consecuencias más graves hasta la cuenca del Amazonas. La temperatura del agua frente a las costas de Ecuador y Perú es hasta seis grados más alta desde marzo, lo que supone una enorme desviación de lo normal. Y esto ocurre inmediatamente después de un evento excepcionalmente largo de La Niña de unos tres años, es decir, la contrapartida de El Niño con temperaturas significativamente más frías de lo habitual en el Pacífico tropical oriental. Como El Niño suele alcanzar su máximo en los meses de invierno, la sequía en la cuenca del Amazonas podría agravarse aún más y prolongarse hasta bien entrada la temporada de lluvias propiamente dicha.
La influencia del calentamiento global
La medida en que el calentamiento global contribuye a la situación es controvertida, al menos en algunos aspectos, pero no tanto en el panorama general. Por un lado, aún no está del todo claro cómo afecta el calentamiento global a El Niño. Algunos modelos climáticos predicen un aumento de las condiciones de La Niña, mientras que otros predicen El Niños más frecuentes y más intensos.
Algunos investigadores del clima, como Mojib Latif, del Centro GEOMAR Helmholtz de Investigación Oceánica de Kiel, afirman que los modelos climáticos fallan en este ámbito porque no ofrecen una imagen clara y a veces contradictoria. Sin embargo, es probable que los fenómenos de El Niño sean más frecuentes como consecuencia del calentamiento global, en consonancia con las observaciones de las últimas décadas. Y lo mismo podría aplicarse a los fenómenos de La Niña.
Sin embargo, el calentamiento global está desempeñando sin duda un papel (adicional) en la actual sequía de la cuenca del Amazonas: La temperatura media mundial está aumentando y también se está calentando en los trópicos. Como consecuencia, también aumenta la evaporación, lo que reduce el suministro de agua y agrava los periodos de sequía, una tendencia que puede observarse en casi todo el mundo. La deforestación agrava aún más la sequía, ya que la selva pone en marcha su propio ciclo del agua. Si se tala, se interviene en el ciclo del agua.
El aumento de la sequía podría colapsar toda la Amazonia
Según los investigadores del clima, la Amazonia podría alcanzar un punto de inflexión en torno al 20% o 25% de deforestación, momento en el que la sequía podría llegar a ser tan grave que toda la cuenca del Amazonas amenazaría con secarse rápidamente y la selva tropical podría morir casi por completo y de forma irrevocable. La deforestación -principalmente tala y quema- ya está provocando que emita más CO₂ del que absorbe. Sin embargo, la selva tropical, a menudo llamada el pulmón verde de la Tierra, es en realidad un importante sumidero de CO₂ que hasta ahora ha sido capaz de compensar, al menos parcialmente, nuestras emisiones.
Es posible que la Amazonia ya casi haya alcanzado su punto de inflexión, y que los fenómenos de El Niño más intensos del futuro, combinados con las consecuencias del calentamiento global, la pongan aún más en peligro. El Presidente de Brasil, Lula da Silva, parece estar consiguiendo invertir la tendencia de la deforestación en la selva tropical: en julio se registró un 60% menos de deforestación que en el mismo mes del año anterior. Sin embargo, cabe preguntarse si esto por sí solo es suficiente, habida cuenta de los efectos negativos del calentamiento global.
Fuente: www.ntv.de
